lunes, 14 de enero de 2013

Asamblea Constituyente: A falta de pan, bueno son los pasteles


Distintos grupos sociales y políticos, e incluso un pre candidato presidencial, han promovido la idea de una cuarta urna que permita que las personas voten sobre la realización de una asamblea constituyente.

El principal argumento que dan para promover la asamblea tiende a ser la ilegitimidad en la que se concibió dicha constitución durante el régimen autoritario burocrático (dictadura, en corto) de Augusto Pinochet. Creo que este argumento tiende a esconder un problema aún más grave: la poca flexibilidad que tiene nuestra carta magna.

¿Por qué importa la flexibilidad? Miremos a Estados Unidos. La constitución de este país es una sola, jamás ha sido rehecha; a diferencia de nuestras constituciones, que ya van en tres.

En Chile, todos los cambios han sido establecidos durante crisis políticas, sin embargo la constitución “gringa” logró sobrevivir incluso a una guerra civil. ¿Cuál es su ventaja? La “facilidad” de realización de enmiendas a ésta para poder adatarla a los cambios que hay en la sociedad.

Las instituciones son un reflejo de las reglas del juego que la ciudadanía, en ese minuto, se da a sí misma. Es decir, la sociedad -en respuesta a sus preferencias durante un determinado momento histórico- decide sus reglas. El tema es que las sociedades cambian y, por lo mismo, tienen el derecho a cambiar sus reglas del juego para que éstas sigan representando esos valores coyunturales. Es por eso (y así lo entendieron los padres fundadores de Estados Unidos) que los procesos de enmiendas y reformas no deben buscar súper mayorías, sino establecer quórum, si bien elevados, que no den la suficiente fuerza a minorías para poder ejercer su veto. Esto es lo que ha permitido a esa constitución ser flexible. Es como el agua que cambia de jarrón, pero sigue siendo agua, siguen siendo los mismos principios.

El caso chileno es todo lo contrario: una constitución que requiere súper mayorías para lograr modificaciones, más barreras de entradas al colegio que decide los cambios. El problema de esto es que, al igual que el régimen venezolano pre Chávez, la rigidez se transforma en revolución y en un cambio totalitario de las reglas.

A falta de estos espacios es que la asamblea constituyente cobra adeptos (adictos) a su favor. Por eso, frente a la inexistencia de herramientas internas de la constitución, buenos son los pasteles. La mejor manera de evitar estos cambios totales y radicales -que no por ser totales pueden ser beneficiosos-, es dar los espacios desde adentro.

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